Tal vez te parezca increíble pero hubo un tiempo en que Messi no existía en nuestro corazón de argentinos. No le poníamos su apellido al desafío constante de ser a pesar de las dificultades y los ninguneos.
Pero hubo un año en que Lío, con apenas 17 años y apenas estrenado en la primera del Barcelona, se hacía fútbol en un partido que fue un regalo de Dios. No por casualidad se jugó el 23 de diciembre, un día antes de Nochebuena.
En el Estado Único de La Plata vaya a saber qué Genio del bien y bien argentino frotó la lámpara e hizo que ese Dios pagano con la diez en la espalda, que se llamó Diego Armando Maradona jugase con el pibe rosarino, Lionel Messi.
La historia se posó en esa noche platense porque fue la única vez que jugaron juntos el Diego y Lío. Uno formado en Fiorito donde la endiablada gambeta de Bochini era la inspiración de cada día en los potreros. Y el otro, el Lío, que construyó en La Macía catalana toda su constelación para poner al fútbol como un cielo.
Aquel fue un partido de fantasía pero bien real. Como real fue el abrazo que le dio el Diego a Messi. Una bendición o el traspaso del fuego que quema cuando te calzás la celeste y blanca. Los testigos de todos ellos fueron de lujo: Riquelme, Gallardo, Verón y hasta Scaloni completaban ese elenco.
Hoy, cuando Lionel Messi le da un giro a su carrera está bueno recordar aquel partido que bien hubiese podido ser escrito por el Gabo García Márquez o Fontanarrosa. Pero sucedió de verdad, aunque nos parezca cuento y la juzguemos tan gloriosa como dos campeonatos mundiales.
5 hours ago por ebetas - 8 plays
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